viernes, 18 de abril de 2008

¡Convulsión!

Ante los terribles y estremecedores acontecimientos ocurridos en las Torres Gemelas de Nueva York, recuerdo mi gran perturbación. Mi pregunta era siempre la misma: ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?

Por más que lo pensaba, no era capaz de hallar ninguna explicación a semejantes hechos. Y, sobre todo, no encontraba respuestas en el plano metafísico. Así que, llena de perplejidad, horror y pena, pregunté angustiada a Dios en mi oración-meditación: ¡¿Por qué?!


Entonces, como a veces sucede, sentí una respuesta: "No puedes entenderlo, pero quédate con esta imagen".


Y la imagen fue la siguiente:


Se veía un hermosísimo paisaje lleno de calma, belleza y armonía. Había unas motañas, y árboles. Veía el cielo, y me fijaba en aquel paisaje. De repente todo se convulsionó. Parecía que se había desencadenado un terremoto. Todo se movía y se hacía borroso, además de resquebrajarse poco a poco.


En aquel momento mi horror era grande. Entonces sentí la advertencia de que alejara la vista y enfocara todo desde más lejos; como si utilizara un zoom que me permitiera ver un plano más general. Y ahí sí que la sorpresa fue absoluta. Me di cuenta de que la imagen que estaba viendo era la reflejada en un lago. Seguí mirando más lejos y ví el paisaje original. Las montañas eran mucho más grandes que las que se veían en mi primer paisaje (aqué del que ahora sabía era un reflejo en el lago). De aquellas montañas una pequeña roca se había desplazado y había ido cayendo por la ladera hasta llegar al lago y causar la terrible convulsión que yo había percibido.


Es verdad: no entendí, no fui capaz de comprender, pero día a día esa imagen va ofreciendo un atisbo de explicación que ahora deseo compartir con aquellos que deseen valorarlo.