martes, 1 de abril de 2008

¿Busqueda o Experiencia Espiritual?

La búsqueda de la vida espiritual. Siempre vamos a la búsqueda de la vida espiritual sin darnos cuenta de que simplemente “es”. Ésa es la cuestión; el espíritu forma parte de nosotros, por tanto, no hay necesidad, en apariencia, de ir tras él. Pero supongo que, al igual que -por ejemplo- los ojos físicos sobre los que sabemos sin ninguna duda que existen y sin embargo nos inspiran enorme curiosidad y los estudiamos realizando investigaciones de toda índole (cómo son, cómo funcionan), también puede suceder lo mismo -y de hecho sucede- con una parte tan nuestra como cualquier otro elemento que nos conforma y que es el espíritu.

Muchas religiones comenzaron sus pasos por esa “búsqueda”, y se basaron en determinadas “experiencias”. El problema es que muchas veces nos conformamos con las experiencias de los otros y nada hacemos para vivir las nuestras. Mi intención al escribir el blog es, entre otras cosas, aportar experiencias. Animo al lector a que se ponga él mismo a experimentar.


¿Sómos seres solitarios cuyas experiencias sólo nos afectan a cada uno, o compartimos -como decía Jung- un alma colectiva de la que todos nos beneficiamos? Sólo probamos hechos materiales constatables en laboratorio pero, aunque no puedan demostrarse las “casualidades”, las “coincidencias”, ¿es por eso menos cierto que existen?

No deseo escribir mis reflexiones siguiendo un sistema académico, repleto de blibliografía y notas diversas; no, me aburriría tanto en el empeño que al final nada escribiría. No; deseo escribir de mis vivencias, tanto propias como a través de los demás (ya sea en conversaciones, ya sea por medio de libros). Se trata de mi forma de experimentar personal y colectiva al mismo tiempo, para lo cual no me planteo redactar una tesis doctoral sino un compartir vivencias (mentales o prácticas, ¡qué más da!). Siento la necesidad de hacerlo y, si a alguien le resulta válido, bienvenidas sean las ideas.


En absoluto reniego de los libros que he leído, de las conversaciones que he mantenido, del mundo que percibo; sencillamente digo que, aunque cada uno de esos elementos pueda ayudarnos a comprender más y mejor, no podemos obviar el hecho de la propia práctica que es la que más satisfacciones reporta. No nos conformemos con contemplar esa exquisita porción de pastel (un niño no lo haría); ¡comámoslo!