Hace años leí el libro "Juan Salvador Gaviota", y también vi la película basada en dicho libro. Hay algo que me impresionó mucho, y es que se nos daba el mensaje de que cualquier virtud, cuando alcanza un límite ya no puede abarcar más; pero, sin embargo, se nos decía que sí existe una sin limitación alguna: el Amor. Aquello me dio mucho que pensar; tanto que, incluso transcurridos muchos años, hoy sigue en mi memoria ese pensamiento.
Es verdad, Richard Bach tenía razón al expresar este pensamiento: el amor sigue creciendo sin límites, no tiene fin. Hoy, ante la muerte de un ser querido, pienso todavía más en eso. El amor permanece, el amor sigue creciendo. Hace un tiempo tuve la enorme fortuna de poder realizar varias Constelaciones Familiares (un tema sobre el que me gustaría hablar con más detenimiento en otra ocasión). Gracias a aquellas experiencias, abundantes e intensas, pude darme cuenta de que existe una realidad sobre la que albergamos, sin embargo un sin fin de dudas, y es la existencia del alma. Sí, el alma; un alma eterna, que, a mi modo de ver y a raíz de aquellas experiencias, no muere nunca sino que sigue viva y alcanza una mayor sabiduría (o quizá es que la sabiduría que ya tenía la había encubierto tras un velo de materia, ¡quién puede saberlo!). En aquellas Constelaciones pude comprobar que hay un sentimiento que lo mueve todo: el amor. No hay duda sobre ello. Nuestro cuerpo puede equivocarse, nuestra mente puede rebelarse ante injusticias, incoherencias, equívocos diversos; pero nuestra alma prevalece en el amor. Y ante la muerte lo que queda es el amor que lo inunda todo. El amor es eterno, no me cabe duda alguna. El amor aporta luz a esa oscuridad que tantas veces rodea nuestra vida. El Amor es la Vida misma que no termina.